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#2 TEORÍA DE ANASTASIO 

CULPABLES: JUAN & ADMINISTRADOR

La noche del 31 de julio de 1980, Javier Anastasio junto con Rafael Escobedo y José Juan Hernández (“El Sastre”) decidieron, como de costumbre, salir a tomarse unas copas por el centro de Madrid. Alrededor de las dos y media de la madrugada acudieron a El Moro, el último bar en el que entraron. Al terminar, El Sastre se fue a su casa y Rafael pidió a Javier Anastasio que le acompañara con el coche al chalé de sus ex suegros porque su hijo, Juan, le había citado aquella noche. Anastasio accedió, como un favor, y cuando le dejó se retiró a casa de su hermana Laura a pasar la noche porque sus padres no estaban en la capital aquel fin de semana.

 

Al día siguiente a media tarde, Escobedo quedó con Anastasio. Le contó que no pasó la noche en el chalé de Somosaguas porque Juan le comentó que sus padres se iban a de viaje pronto por la mañana y, como no tenían buena relación con Escobedo tras la separación con Myriam, la hija de los marqueses, el heredero decidió que era mejor que Escobedo se fuese a su casa. Y así lo hizo, cogió un taxi y se fue. Sin embargo, no quedaron para hablar del cambio de planes de Juan, sino porque Rafi quería pedirle un favor: le entregó a Javier Anastasio una bolsa de deporte que contenía, entre otras cosas, una Star Calibre .22 Long Rifle y le pidió que se deshiciera de ella. Anastasio no se planteó en ningún momento lo caro que le podría costar ese “pequeño favor”, pero esa misma tarde fue al pantano de San Juan y, tras comprobar que no había nadie mirando, lanzó el arma al agua. Anastasio decidió mantener lo ocurrido en secreto, ni a su familia, ni amigos, ni a su novia Patricia les iba a explicar nada. 

 

Transcurrieron los meses de investigación sobre el asesinato de los marqueses de Urquijo. Enseguida, un estudiante de último curso de Derecho se metió de lleno en el caso, el que será más tarde inspector de policía José Romero Tamaral. Este observaba a Rafael Escobedo hasta que el 8 de abril de 1981, junto con otros compañeros, se presentaron en la finca de su familia Escobedo en Bartolomé (Cuenca). Ahí encontraron casquillos que encajan con los del crimen y, también, se dieron cuenta de que en la colección del padre Escobedo faltaba un arma idéntica a la empleada en el crimen. En ese instante detuvieron a Rafael Escobedo. 

 

Al día siguiente, el 9 de abril, Escobedo confesó el crimen en un manuscrito y la noticia llegó a la prensa. Ese mismo día Mauricio López-Roberts, amigo íntimo de Escobedo y Anastasio, quedó con este último y le contó que sabía que él había acompañado a Rafael aquella noche al chalé de sus ex suegros y que al día siguiente se deshizo del arma. Anastasio entró en shock y no sabía qué hacer o a dónde ir. López-Roberts le aconsejó que se fuese a ver a su novia Patricia y se lo explicara todo de inmediato. Anastasio, muy nervioso, le comentó que ella estaba en Londres (era azafata y esa noche, supuestamente, volaba de España a Londres y dormía en la capital inglesa) así que López-Roberts le dio dinero para que se comprara un billete esa misma noche. Más adelante, Anastasio dirá que ese dinero no era para el billete, sino porque López-Roberts le debía unas cuantas pesetas y esa tarde hicieron cuentas. 

 

Aquella noche del 9 de abril de 1981 Anastasio se dirigió al aeropuerto para coger el último vuelo a Londres, pero llegó tarde así que decidió viajar a Lisboa, porque le pareció el destino más barato y que le permitiría después viajar a Londres. Así es como primero viajó a Portugal con un par de whiskies durante la hora y media de velo, y al llegar se tomó un café mientras esperaba un vuelo a Londres. 

 

Según su versión, llegó a Londres, y su novia, Patricia, no estaba en el hotel donde siempre se hospedan las azafatas de su compañía, pero sí que estaban sus compañeras. Preguntó por Patricia y le explicaron que ella no trabajaba aquella noche, que estaba en España. Anastasio, sucumbido en la desesperación, le llamó desde la habitación de una de sus amigas y le explicó que necesitaba hablar con ella urgentemente y que no le quedaba dinero para volar a España. Así fue como al día siguiente Patricia y uno de los hermanos de Anastasio volaron a Londres a hablar con él y solucionarlo todo. Le recomendaron tranquilizarse y volver a España. 

 

El 28 de abril de 1981, dos semanas después de su extraño viaje a Londres, declaró que aquella noche dejó a Rafael en su casa, pero el 9 de mayo volvió a declarar y cambió, otra vez, su versión diciendo que sí que le acompañó al chalé de Somosagua. 

 

El 16 de octubre de 1983 Mauricio López-Roberts, en un estado de celos (porque le parecía que Anastasio tonteaba con su mujer) mezclados con alcohol, se presentó ante la policía y delató a su amigo diciendo que sabía con certeza que Anastasio acompañó a Escobedo la noche del crimen al chalé de Somosagua y que al día siguiente se deshizo del arma homicida. Es mismo 16 de octubre, Romero Tamaral y Héctor Moreno acudieron a casa de los padres de Anastasio, donde estaban celebrando el bautizo de uno de sus sobrinos, y con una orden de detención le arrestaron.

 

Pasó una noche en los calabozos de Plaza Castilla de Madrid y al día siguiente, presa del pánico y la sinrazón, declaró que no llevó a Escobedo a casa de sus ex suegros ni se deshizo del arma. El juez ordenó la presencia de López-Roberts, quién le delató, y fue cuando Anastasio confesó que sí le llevó y que sí se deshizo del arma. Esta versión no la cambiará pasados los años. 

 

El 18 de octubre de 1983 ingresó en la cárcel de Carabanchel como preventivo. En principio tenía que estar dos años y medio, como máximo, y entonces se celebró su juicio. Sin embargo, pasados los dos años la ley se reformó y el tiempo de prisión preventiva se amplió a un máximo de cuatro años. Su condena se amplió también. (Según los artículos 503 y 504 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 23 de abril de 1983, que reformaba la ley anterior, la de 22 de abril de 1980, debería haber pasado, en el peor de los casos, treinta meses en la cárcel, o lo que es lo mismo, dos años y medio. Sin embargo, el 26 de diciembre de 1984 entró en vigor una nueva ley, conocida como “reforma de la reforma”, que modificaba los referidos artículos y establecía un tiempo máximo de cuatro años para los casos especiales, la cual le fue aplicada a Anastasio cuando se cumplieron dos años exactos de su estancia en la cárcel).  El mismo día que ingresó en cárcel se cruzó con Escobedo y este sorprendido le preguntó qué hacía ahí y le aseguró que él mismo hablaría, “contaría cosas”, y le dejarían libre. Sin embargo, no lo llegó a hacer porque su abogado, Marcos García Montés, se lo desaconsejó. 

 

En marzo de 1987 el Tribunal Constitucional estudió su caso y anuló las resoluciones judiciales que le negaban la libertad provisional. Ante esta decisión del alto tribunal, el 21 de marzo de 1987 Anastasio quedó en libertad provisional hasta la celebración de su juicio previsto para el 25, 26 y 27 de mayo de ese mismo año, pero se retrasó al 23 de enero de 1988. Para la fecha del juicio, Anastasio estaba tomando el sol en Brasil. 

 

Durante los nueve meses se planteó fugarse del país porque sabía que le esperarían unos cuantos años de cárcel y no podía ni pensar en tener que volver a esos olores y paredes mugrientas. Pero a los meses, su abogado, Antonio García-Pablos recibió una carta de uno de los magistrados, que formaba parte de los que iban a estar en su juicio, diciendo que se le aconsejaba que Anastasio se fugase porque su sentencia ya estaba escrita de antemano. Así fue como el 21 de diciembre Javier Anastasio se despidió de su familia y de Patricia. Un hermano suyo le llevó en coche hasta Portugal y de ahí cogió un vuelo a Brasil. Al cabo de tres años se fue a Argentina donde formó su propia familia. Y así estuvo durante 22 años viviendo por países como México, Costa Rica, Uruguay, entre otros. 

 

Anastasio sigue sin dar crédito de que nunca más le volvieran a arrestar porque jamás recurrió al chantaje con las autoridades en América y, además, varias veces regresó a España para visitar a su familia disfrazado, cuando en nuestro país era reconocido como uno de los prófugos más buscados. Incluso en Río de Janeiro y en Buenos Aires le retuvieron en dependencias policiales y le mostraron un dossier en el que figuraba su implicación en el caso Urquijo. Sin embargo, supuestamente, contactaron con las autoridades españolas, se disculparon y le dijeron que todo estaba en orden y que se podía marchar. 

 

Javier Anastasio nunca ha apuntado con el dedo quién o quiénes podrían ser los autores del crimen. Siempre ha sostenido que su íntimo amigo Rafael Escobedo jamás sería capaz de realizar los disparos a sangre fría y que si confesó fue porque le presionaron, ya que Escobedo ante situaciones de estrés se solía venir abajo. En la entrevista para el libro de Melchor Miralles y Javier Menéndez asegura que él y su abogado, Antonio García Pablos, investigaron las coartadas de Juan de la Sierra y de Diego Herrera, el administrador, y no eran ciertas. La primera contradicción fue que la noche anterior al crimen Juan y Diego estuvieron cenando en un restaurante de Madrid; así que Juan no podía estar en Londres, como mantuvo durante la investigación. El segundo error en la coartada de Juan fue que su nombre no aparecía en el supuesto vuelo que había cogido al día siguiente del crimen para volver de Londres. Y el otro error en la coartada de el administrador fue que aseguró haber ido a Londres para acudir a unas reuniones para las ventas de los hoteles Ritz y Palace, sin embargo estos hoteles lo desmintieron, ya que Diego no tenía ningún poder para ejecutar tales acuerdos y que ni siquiera estaban sobre la mesa. 

 

Javier Anastasio no ha señalado quién o quiénes han sido los autores del crimen, pero lo que siempre ha asegurado es que tanto él como Escobedo han sido los títeres de los asesinos. 

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